Ariadna,
sacerdotisa de Atenea, ha aparecido decapitada en la terraza de las cariátides
del Erectión. Arístides, un aprendiz de sofista muy despistado y poco o nada
inteligente se ofrece al Arconte para investigar el crimen, pues se ha enterado
en La Bella Sirena, su taberna preferida, de la existencia de una suculenta
recompensa destinada a quien descubra al asesino. Aunque él, por prudencia,
oculta ese detalle a sus amigos y colaboradores.
Auxiliado
por su erómenos Jasón, Jenócrates el sofista, el pintor Nicandros, su ardiente
esposa Calíope, su amante de pago Ágata, Pánfilo el vendedor de telas y el
siempre hambriento sacerdote Persilo deberá resolver el enigma en tan solo
nueve días, pues se acercan las fiestas Arreforias y la inauguración del templo
Erectión, y ambos acontecimientos no podrán celebrarse mientras no aparezcan
los culpables y se devuelva el carácter sagrado a la Acrópolis, que ha sido
mancillada con tan horrendo crimen.
Fiándose
de su extraña intuición, Arístides recorre de punta a punta la ciudad, se
acerca al puerto del Pireo, desaparece en los túneles de la Acrópolis, pasa dos
noches encerrado en la prisión y visita La Luna –la casa de hetairas más afamada de la ciudad– entre otras muchas vicisitudes y
disparates.
Arístides
irá siempre en la dirección opuesta a la verdad, enfrentándose continuamente a
su erómenos Jasón, quien tiene claro desde un principio la identidad de los
asesinos pero que es continuamente insultado y despreciado por quien debiera
ser su mentor y consejero en su educación.
El
caso de la cariátide decapitada es una novela histórica, de intriga y
humorística, ambientada en la Grecia clásica y en la que todos sus personajes,
excepto algunas destacadas excepciones –como
Sócrates por ejemplo– son ficticios.
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